El puente de la Reina Sofía  o como se le conoce popularmente, Puente de Hierro, comenzó su construcción en 1904 y finalizó cuatro años después, en 1908.

Este puente supuso todo un hito en la ciudad, no ya solo por convertirse en el segundo puente para cruzar el Tajo y descargar al Puente Viejo de viajeros y de cargas constantes durante siglos, sino también por su belleza y estilo arquitectónico.

El estilo bebe de las típicas construcciones de metal de la Revolución industrial que arrancó a mediados del siglo XIX en Inglaterra. El puente tiene 426 metros de distancia, repartidos en 10 tramos de hierro y acero.

Originalmente el puente tenía un color gris, pero en 1994 sufrió una restauración y se decidió cambiar el color al rojo que tiene actualmente, además de rebautizarlo como puente de la Reina Sofía.

Talavera reivindicaba desde hacía muchos años un nuevo puente que resolviese los problemas que afectaban al Puente Viejo y que mejorase las comunicaciones con el sur de España y la comarca de La Jara.

La obra comenzó en 1901, aunque estuvo paralizada hasta 1904 debido a un problema con la fundición de los estribos del puente, basado en el proyecto que realizó el ingeniero Emilio Martínez y Sánchez Gijón en 1897, fijándose en otro anterior de 1879, que quedó aparcado, de Emilio de Grondona, Ingeniero del Cuerpo de Caminos, Canales y Puertos.

Luis Barber fue el encargado de reformar los proyectos, el cual resolvió las dificultades que se fueron presentando. La obra se adjudico en 1899 a la Sociedad Metalúrgica Duro Felguera, empresa asturiana que se encargó de la parte metálica del puente, y las obras de albañilería a Félix Forero, constructor local. Aún conserva las farolas originales de la época.

Se inauguró el 25 de Octubre de 1908 con una gran jornada festiva en la ciudad, la cual recibió trenes llenos procedentes de Madrid con personalidades como el gobernador, que fueron trasladados en coches de caballos hasta el lugar donde fueron llegando entre vítores populares.